Benny Cruz Zapata
Ciudad Victoria, Tamaulipas.-Hoy es día grande para quienes han dejado la vida, y para quienes permanecen en ella, recordando cada sonrisa, cada gesto, el amor de sus seres amados que seguros están, este dos de noviembre han bajado desde el cielo para estar con ellos.
El dos de noviembre los panteones se convierten en punto de encuentro para la añoranza y la tristeza; testimonios van, testimonios vienen, dan cuenta de que la muerte es una perdida que nunca termina de superarse: eso lo sabe bien quienes acuden al cementerio a rendir tributo a familias y amigos, para quienes no basta con saber que “todos vamos para allá” ya que la estela de pesar que dejan los que se han ido, es motivo para que en celebraciones como la de este día se les recuerde y se les festeje.
El sentir de la muerte, es compartido por un colectivo que abarrota los panteones, los ramos de flores iluminan las tumbas, la cruz de flores, los sepulcros impecables, las canciones del fara fara entonando la cruz de olvido que arranca lagrimas y sonrisas son parte del escenario de los camposantos para soltar la tristeza, la añoranza, los buenos recuerdos que aseguran nunca mueren.
Doña Cruz Moctezuma Hernández, a sus 84 años ha dicho adiós a hijos, hermanas, amigas y hace seis meses
al hombre con que compartió su vida entera: su esposo José Francisco Sánchez
“Mi marido ya tenía 92 años de edad más de 70 conmigo, me dejo 10 hijos de herencia, de los cuales dos ya le hacen compañía; solo Dios sabe que al irse ellos se fue parte de mi corazón, la desolación es mi compañera y es que una no se acostumbra a las ausencias”.
Comparte mientras las lágrimas le ruedan por su rostro esplendoroso:
“Sé que la muerte es parte de la vida, pero cuando nos troca la puerta no hay consuelo que valga, mi viejito se fue hace seis meses y todavía siento su presencia hasta dormida, vengo seguido a verlos al panteón -del cero Morelos- para que sepan que para ellos no hay olvido”.
Igual Piensa Doña Rafaela Hernández, quien desde hace 21 años sufrió la pérdida de su madre María González Sandoval:
“Y de entonces a la fecha ella aunque está ausente siempre la tengo presente, y no solo el dos de noviembre vengo a verla a su tumba, sino otros días, además de que le pongo sus veladoras para que siempre tenga luz en donde este, siempre hay flores para ella”.
Desde su experiencia, comparte que la ausencia de una madre marca el corazón y la vida.
Y si perder a una madre es doloroso, perder a un hijo no tiene nombre; de ello da cuenta Susana López, de la Colonia Horacio Terán de esta capital a quien todos los días, pero especialmente hoy, se les renueva la tristeza.
Afirma que no hay nada más doloroso para una madre que enterrar a sus hijos, eso lo sabe bien porque las lágrimas no le alcanzan para mitigar el dolor de haber perdido a sus dos de sus cinco hijos, por eso todos los días desde hace 10 años eleva una oración al cielo, para que desde donde están sus muchachos, la vida les sea más ligera y disfruten del reino prometido que la Biblia asegura existe, después de la muerte:
-Ya son diez años en que mis hijos se accidentaron, perdieron la vida y a mí se me acabo parte de la mía, apenas tenían 20 y 24 años cuando chocaron en la carretera, recuerdo como si fuera ayer que me avisaron del accidente pero cuando llegue al hospital me comunicaron que en realidad lo que tenía que recoger eran sus cuerpos, solo porque Dios es bien grande no me volví loca, pero poco me falto.
Sustenta que no hay nada más doloroso en el mundo que la muerte de un hijo:
-Es algo que nunca se supera, una aprende a vivir con el dolor, pero no pasa un día sin que yo recuerde a mis muchachos, uno se acababa de recibir de maestro y el otro estaba en la Universidad, los dos tenían novia y no eran viciosos ni nada, el accidente que los mató lo provoco un tráiler que invadió su carril.
Agrega:
“Dicen que desde que nacemos empezamos a morir, pero cuando nos llega la pregunta del porque, nunca tiene respuesta que nos consuele”
La tradición
El Día de Muertos es una celebración mexicana que honra a los ancestros durante el 2 de noviembre, coincidiendo con la celebración católica del Día de los Fieles Difuntos. Aunque se ve primariamente como una festividad mexicana, también se celebra en muchas comunidades de los Estados Unidos donde existe una gran población México-americana, y en una menor medida también se celebra en algunas partes de Latinoamérica.
A pesar de ser un tema morboso, esta festividad se celebra alegremente, y aunque ocurre en fechas cercanas al Día de Todos Los Santos, y al Día de todas las Almas, en lugar de sentirse temerosos de espíritus malévolos, el humor en el día de los muertos es mucho más relajado, similar al Halloween, con un mayor énfasis en la celebración, pero honrando las vidas de los difuntos.
Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México, pueden ser trazados hasta la epoca de los indígenas de Mesoamérica, tales como los Aztecas, Mayas, Purepechas, Nahuas y Totonacas. Los rituales que celebran las vidas de los ancestros se realizaron por estas civilizaciones por lo menos durante los últimos 3,000 años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.
El festival que se convirtió en el Día de Muertos cayó en el noveno el mes del calendario solar azteca, cerca del inicio de agosto, y era celebrado durante un mes completo. Las festividades eran presididas por el dios Mictecacihuatl, conocido como la \"Dama de la muerte\" (actualmente corresponde con \"la Catrina\"). Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos
Cuando los conquistadores españoles llegaron a América en el siglo XV, ellos estuvieron aterrados por las practicas paganas de los indígenas, y en un intento de convertir a los nativos americanos al catolicismo movieron el festival hacia fechas en el inicio de noviembre para que coincidiesen con las festividades católicas del Día de todos los Santos y Todas las Almas.
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